No resulta infrecuente escuchar afirmaciones de que la ingesta excesiva de proteína dietaria producirá el almacenamiento de alguna cantidad arbitraria de grasa.
Incluso ciertas autoridades reputadas en el mundo de la nutrición propagan este dogma. Estas afirmaciones, sin embargo, tienden a ignorar completamente el contexto. Cito un párrafo de uno de mis antiguos libros sobre nutrición, perteneciente a la sección sobre aminoácidos y el metabolismo energético (1):
“Ingerir proteína extra durante periodos de suficiencia de energía y de glucosa generalmente contribuye a un mayor almacenamiento de grasa, no al crecimiento muscular. Esto es debido a que, en los momentos de exceso de energía y glucosa, tu cuerpo redirige el flujo de aminoácidos de modo que ya no intervienen en la gluconeogénesis y las rutas productoras de ATP, y en su lugar los convierte en lípidos. Los lípidos pueden, subsecuentemente, ser almacenados como grasa corporal para un uso posterior.”
Esto viene a ser más o menos corroborado por otro texto (2):
“En periodos de una ingesta excesiva de proteína y energía que se acompañe de una ingesta adecuada de carbohidratos, el esqueleto de carbono de los aminoácidos podría ser empleado para sintetizar ácidos grasos.”
Aunque estos pasajes toman en cuenta el estado metabólico de la persona, sigo pensando que estas explicaciones (en particular la primera) son deficientes, equívocas. No en vano, se precisa de evidencias más recientes para hablar sobre la conversión de aminoácidos en ácidos grasos. Aunque las rutas metabólicas para convertir los aminoácidos en ácidos grasos efectivamente existen en el cuerpo humano, la realidad es que esto no sucederá prácticamente bajo ninguna circunstancia.
La digestión de la proteína comienza en el estómago y termina en el intestino delgado
Aunque la descomposición física de las proteínas tiene lugar en la boca, no es hasta que la proteína alcanza el estómago que ocurre cualquier descomposición química apreciable; esto es facilitado por el ácido clorhídrico (HCl) y la enzima pepsina (convertida desde su forma inactiva, el pepsinógeno).
Cuando se completa el proceso inicial de desnaturalización proteica y ruptura de péptidos, los polipéptidos producidos atraviesan el esfínter pilórico del estómago hacia el intestino delgado proximal. El intestino delgado proximal (el duodeno, para ser exactos) es donde sucede la mayor parte de la digestión de las proteínas y virtualmente toda la absorción de los aminoácidos (una cantidad muy pequeña es excretada en las heces). Aquí se segregan incluso más enzimas digestivas para descomponer los polipéptidos restantes en aminoácidos individuales junto con trazas de di- y tri-péptidos.
Cuando se han descompuesto completamente, los aminoácidos libres y los di-/tri-péptidos pueden penetrar en las células del intestino delgado donde algunos (en especial la glutamina) son empleados como energía en las células intestinales, mientras que el resto pasa a la circulación portal hepática. Aquellos que pasan a la circulación son destinados al hígado.
Afirmaciones sobre la absorción de proteína
Antes de que examinemos el hígado y el metabolismo de aminoácidos en relación con las afirmaciones iniciales, quisiera tocar otra afirmación relacionada que habrás escuchado en los medios públicos o en boca de algún compañero sin ilustrar:
“El individuo medio sólo puede absorber 30gr de proteína en una sola toma. El resto será almacenado como grasa.”
Esta afirmación no ofrece contexto alguno. Incluso es decididamente imbécil. Aunque se trata de una falacia fácilmente refutable, la verdad es que he obtenido esta joya de sabiduría de un Dietista Registrado. Ni borracho hubiera podido escribir una chorrada así.
Ejemplo
Por ejemplo, tomemos el caso de alguien que ingiere, digamos, 40gr de proteína en una sola “toma”. Si asumimos que sólo 30gr se absorben cada vez, entonces parece lógico pensar que los 10gr extra serán excretados en las heces. Esto, sin embargo, es falso. La capacidad de los intestinos para absorber proteína ronda el 95% (es decir, sólo 2gr no serían absorbidos en nuestro ejemplo). De todos modos, basándonos en el argumento inicial, ¿cómo se supone que vas a almacenar como grasa el exceso de 10gr de proteína si ni siquiera la absorbes en primer lugar? La mayoría de la gente no conoce la diferencia entre absorción y utilización, y cometen este error.
Para que un nutriente sea almacenado o metabolizado (utilizado) debe ser primero absorbido por el cuerpo.
La conclusión
Tu cuerpo se toma un buen tiempo en absorber la proteína, no importa la cantidad. 30gr es únicamente un número arbitrario que carece de relación con la evidencia científica.
En este punto, regresemos a la afirmación original, que el exceso de proteína, que ya ha sido absorbido, durante periodos de ingesta adecuada de energía y carbohidratos, se convierte predominantemente en ácidos grasos y es almacenado como grasa corporal.
El hígado, lugar primario para el metabolismo de los aminoácidos
Como ya hemos explicado, los aminoácidos liberados por el intestino delgado son dirigidos al hígado. En torno a la mitad de los aminoácidos ingeridos (en forma de proteína) son tomados por el hígado. El hígado actúa casi como un monitor de los aminoácidos absorbidos y ajusta su metabolismo (descomposición, síntesis, catabolismo, anabolismo, etc.) de acuerdo al estado metabólico y necesidades del cuerpo (2).
Aunque existen rutas para la síntesis de aminoácidos en ácidos grasos, no cabe duda, aseverar que el exceso de proteína, bajo condiciones específicas, será almacenado como grasa, ignora la evidencia más reciente.
Un estudio muy controlado
Bray GA, et al. 2012
En 2012, George Bray y colegas [3] se impusieron examinar si el nivel de proteína dietaria afectaba a la composición corporal, a la ganancia de peso, y/o al gasto energético en sujetos asignados a una de tres dietas hipercalóricas distintas: baja en proteína (5%), proteína normal (15%), o alta en proteína (25%).
Una vez recibieron al azar una de las dietas, los sujetos ingresaron en un pabellón bajo vigilancia y fueron alimentados con dietas al 140% (exceso de 1000kcal diarias) de sus necesidades calóricas de mantenimiento durante 8 semanas seguidas.
La ingesta promedio de proteína era 47g (0.68g/kg) en el grupo bajo en proteína, 140g (1.79g/kg) en el grupo de proteína normal, y 230g (3.0g/kg) en el grupo alto en proteína. Los carbohidratos se mantuvieron constantes en todos los grupos (~41-42% de las calorías totales), con la grasa dietaria oscilando desde el 33% en el grupo alto en proteína, hasta el 44% y el 52% en los grupos de proteína normal y baja, respectivamente.
Finalmente, durante el curso de las 8 semanas de sobrealimentación, la composición corporal de los sujetos fue examinada bisemanalmente empleando absorciometría dual de rayos X (DEXA, es decir, el «estándar de oro» para la medición de la composición corporal).
Resultados
A término del estudio, todos los sujetos ganaron peso con incrementos casi idénticos de la grasa corporal entre los tres grupos (en realidad, los grupos más altos en proteína ganaron algo menos de grasa que el grupo bajo en proteína, aunque no era significativo).
El grupo que ingería poca proteína ganó la menor cantidad de peso (3,16kg) mientras que los grupos normal y alto en proteína ganaron casi el doble de peso (6,05 y 6,51kg respectivamente).
Observa la gráfica:
Se muestran los efectos de sobrealimentarse (1000kcal extra al día) con dietas compuestas de energía procedente de proteína baja (5%), normal (15%) o alta (25%).
Sobrealimentarse con dietas de las cuales el 15-25% de la energía procede de la proteína resultó en un aumento significativo de la masa magra en comparación con la sobrealimentación con una dieta de la cual el 5% de energía procede de la proteína. Advierte que no existen diferencias entre los grupos en cuanto a ganancias de masa grasa; el peso adicional adquirido (masa corporal) de los grupos 15-25% se computa como ganancia de masa magra. Bray et al. (2012)
Los 3kg adicionales de peso corporal adquirido en los grupos de proteína alta y normal fueron debidos a incrementos de la masa magra y no de la grasa corporal. Citando la conclusión de los autores:
“Las calorías, por sí mismas, contribuyeron al incremento de la grasa corporal. En contraste, la proteína contribuyó a los cambios en la masa magra, pero no al incremento de la grasa corporal.”
Aunque no podemos estar seguros de la composición exacta de la masa magra adquirida, podemos inferir que la proteína extra no fue empleada eminentemente para ser almacenada como grasa. Creo que el exceso de proteína que no era empleado para propósitos de síntesis fue en su mayoría convertida a glucosa (vía gluconeogénesis) y almacenada ulteriormente como glucógeno con el correspondiente peso en agua.
En cualquier caso, no era grasa corporal.
Recapitulación
Antes de continuar, tomemos un instante para asimilar el dato. Estos sujetos fueron literalmente forzados durante 8 semanas a comer 1000kcal más de las que necesitaban para mantener sus peso corporal (no es una tarea fácil) e incluso entonces se observó que la proteína contribuía a incrementar la masa magra antes que las grasa corporal.
Dada la afirmación inicial –que cuando se satisfacen los requerimientos de energía, glucosa y proteína el exceso de aminoácidos será convertido en ácidos grasos y almacenados como grasa corporal- encuentro difícil discutir que aquellos individuos inscritos en los grupos de proteína alta y normal no cumplieran los requisitos mencionados. En realidad, los superaron con creces, y aun así no ganaron peso corporal graso extra en comparación con el grupo bajo en proteína. Esto contrasta con lo que se piensa comúnmente.
Sin embargo, aún queda pendiente la pregunta esencial subyacente a todo este concepto: ¿Cuál es la cantidad máxima de proteína (aminoácidos) que el cuerpo puede utilizar efectivamente antes de ser convertida en ácidos grasos y almacenada como grasa corporal?
Dados los resultados de este estudio, se diría o que esta cantidad es superior a tres veces la actual RDA (recomendaciones oficiales) con ingestas hipercalóricas concomitantes durante semanas, o que requiere un protocolo de sobrealimentación similar durante un periodo de tiempo más largo en el cual la ganancia de masa magra se estancaría y la de grasa aumentaría.
En todo caso, ambas situaciones resultan altamente improbables para el público en general, incluso en aquellos que tratan de ganar peso con ingestas altas de calorías y proteína. Aún más, este caso extremo seguramente depende de muchas contingencias individuales como la genética, estilo de vida, nivel de entrenamiento, etc.
Conclusiones
Aunque disponemos de las rutas bioquímicas necesarias para convertir los aminoácidos en ácidos grasos, la posibilidad de que esto suceda de manera significativa durante ingestas algo elevadas de proteína, incluso en el contexto de un suministro adecuado de energía y carbohidratos, resulta irrelevante dado lo que sabemos sobre las medidas extremas que necesitan ser sobrepasadas para apreciar alguna ganancia apreciable de grasa a partir de la proteína.
No en vano, sobrealimentarse con un superávit de 1000kcal diarias durante 8 semanas en combinación con una ingesta alta de proteína no conllevó ganancias de grasa corporal en comparación con una baja ingesta de proteína.
Antes bien, el exceso de proteína durante la sobrealimentación contribuyó a adquirir masa magra (sea lo que sea eso); contrariamente a lo que se afirma en los libros de texto y en muchas clases sobre la materia. En realidad, la posibilidad de que el exceso de proteína contribuya al aumento de las reservas grasas es insignificante, y quizás físicamente imposible bajo las condiciones de dietas normales o ligeramente hipercalóricas que mucha gente/deportistas siguen a diario.
Sólo cuando los límites teóricos sean alcanzados, sea para la ingesta de proteína, de calorías o de ambos, existirán contribuciones relevantes al tema.
Traducido y adaptado para Fisiomorfosis.net por José E. “Platón”