En la psicología social se descubrió un fenómeno muy interesante a principios del siglo XX, el cual tiene influencia sobre nosotros en nuestra vida cotidiana sin darnos cuenta.
Este fenómeno fue llamado el Efecto Halo por el pscicólogo americano Edward L. Thorndike (Halo se deriva del griego halos y describe un círculo luminoso alrededor del sol o la luna.) En inglés también quiere decir lo mismo y es el título perfecto para este artículo.
Este efecto es un sesgo cognitivo que se refiere a la tendencia a percibir erróneamente los rasgos de las personas o cosas si nos basamos en las primeras percepciones y si consideramos los rasgos o características como relacionados entre sí siendo que estas características son fácticamente independientes o moderadamente condicionadas una de la otra. Cada una de las características de una persona ( por ejemplo el atractivo, discapacidades, estatus social) tienen en nosotros una primera impresión positiva o negativa y esta primera impresión puede provocar a continuación una desviación en nuestra percepción de la persona , resultando en una percepción general inexacta o distorsionada.
La sospecha:¿son las personas adiposas en general perezosas , desenfrenadas y sin ninguna fuerza de voluntad?
Mencionaremos un ejemplo que se ve frecuentemente y exactamente en la vida cotidiana del mundo de la medicina y con el cual entraremos al tema finalmente: nuestros alimentos y las distorsiones que resultan al evaluarlas. Todos los que nos interesamos por el tema alimentación quisiéramos ser absolutamente racionales y alimentarnos saludablemente. Sin embargo cuando recurrimos a la báscula para comprobar nuestro éxito nos damos cuenta que nuestro cerebro nos ha engañado bien y bonito.
Aquí un ejemplo que se ve muy seguido en una mesa de un restaurante en donde están sentadas casi sólo mujeres , algunas que mastican con cierto tedio la ensalada que han elegido por se de lo más sano de la carta, se levantan para ir al tocador y lo primero que hacen es criticar a las compañeras que han elegido comer platillos que no se recomiendan en caso de tener problemas de peso, como un steak, macarrón o hasta una pizza y observan con cierta envidia que esas compañeras no comen ese tipo de comida solamente ahí en el restaurante sino por lo general, y sin embargo no suben de peso, lo que es considerado muy injusto, ya que ellas que se alimentan sanamente deberían de ser mucho más delgadas y esbeltas que las otras que comen lo que quieren.
¿En dónde está el error?
Si aplicamos la definición del efecto Halo en un producto concluimos lo siguiente: la apariencia o los primeros atributos que saltan a la vista de un producto pueden opacar otras de sus propiedades, lo que provoca que consideremos un producto o un alimento equivocadamente como muy saludable o nada saludable.
El atributo sano nos seduce y por consiguiente nos lleva muy frecuentemente a suponer que un producto “sano” tiene mucho menos calorías de las que realmente tiene. Y al contrario, los alimentos de apariencia poco sana son considerados con frecuencia como ricos en calorías.
En muchos casos esta apreciación es certera, pero de ninguna manea podemos generalizar. La ensalada que mencionamos en el ejemplo anterior puede ser extremadamente baja en calorías pero también excesivamente rica en calorías, dependiendo de, si la ensalada está adornada con piñones, si viene acompañada de trozos de pavo fritos, si el aderezo a base de yogurt está refinado con mucha nata y si la ensalada está bañada abundantemente con ese aderezo.
La impresión de ser saludable no siempre se constata:
En este caso la percepción sería mucho más positiva que la realidad, tenemos la impresión marcada de que un alimento es saludable por ser verde, de vivos colores como la ensalada, por ser producto lácteo como en este caso el yogurt, por ser carne blanca como el pavo y por ser grano natural como los piñones. Todo esto distorsiona la realidad y opaca el valor energético escondido en la grasa de la nata, en la grasa para freír y en la grasa de los granos. Las señoras de la pasta, pizza y steak puede que hayan ingerido igual cantidad o hasta menos de energía , dependiendo de la cantidad, forma de preparo y composición del platillo.
Otras posibles distorsiones se dan al valorar el tamaño de la porción. Estudios llevados a cabo han demostrado que cambios en el tamaño de la porción pueden ser muy mal interpretadas por el cerebro humano. En promedio un aumento de tamaño del 100 % se percibe solamente como si fuera del 50% -70%. Lo que naturalmente nos lleva a una apreciación totalmente falsa de la cantidad de energía ingerida dependiendo del tipo de alimento. En diversos exámenes se pudo constatar una tendencia a estimar más pequeña las porciones de alimentos declarados como “sanos” o “light” de lo que realmente son.
Básicamente en el campo de la psicología de la alimentación falta todavía mucho por investigar – lo único en lo que nos podemos basar es en nuestras propias experiencias y las costumbres adquiridas ya sea por gusto o inconscientemente. Quien tenga una idea de como manipular el cerebro , puede ajustar ese estrategia para lograr sus metas. Fuente